Treinta y uno
Eso de que los ecos cuentan más que las voces y las sombras que los cuerpos ha dejado de ser retórica para mí. Ahora, que recupero mi vida tras el trauma que ha sido la dichosa obra, al reencontrarme con las ciento ochenta cajas que guardaban mis libros, mis películas, mis fotos... mi universo entero, comprendo que todo lo mío se ha quedado anticuado de forma irreversible. Soy de otra época, de los días de la catarsis del rock. De modo que lo de ahora se me antoja extraño, incomprensible o carente de interés. Hay algo que me conmueve en la lección de rock & roll que Neil Young, no hace mucho, vino a dar a Madrid. Pero se me queda muy lejano. Sé de su buen hacer en el Mad Cool por la crítica. Naturalmente, pese a que le admiro como a pocos desde el Harvest (1972), no fui a verle. Ya no estoy para esos trotes. Por no hablar del temor que, desde siempre, me han insipirado las masas.
Publicado el 29 de junio de 2016 a las 13:00.